El médico de Ifni.
De Javier Reverte.
Círculo de Lectores, 2006 (Ed. Areté)
254 páginas.
El eje vertebrador de esta novela es Gerardo, un médico militar español, enamorado del Sahara, personaje apasionado que abraza la causa saharaui como ideal político y que será héroe y delator, amará a un hijo y admitirá no conocer a otra hija. Un hombre contradictorio, seductor y solitario, poeta. La personalidad de Gerardo la iremos conociendo a través del testimonio de terceras personas y, finalmente, de su diario.
Sin embargo, el curso de la narración sigue las peripecias de Clara desde el momento en que conoce la muerte de su padre, ocurrida en diciembre de 2003, en Tindouf en los campamentos de refugiados saharauis en tierras del desierto argelino. La curiosidad por la vida de su padre, de quien sólo tiene una foto, y enterarse de que tiene un hermano allí, son los móviles del viaje.
El tercer personaje sobre el que descansa el argumento es Alberto Balaguer, un hombre siniestro, un villano con capacidad para manejar a las personas a su antojo, ubicado siempre con el poder ya sea franquista, conservador o socialista, manipulador, urdidor de tramas de espionaje, machista y, sin embargo, culto e inteligente. Con una filosofía propia que coloca sus intereses personales por encima de cualquier ideal.
En la estructura de la novela se aprecian varias partes:
- el primer viaje a África, hasta Ifni: Clara conoce a Suelma, y un versión de la historia de su padre a través de ella. Es una parte bastante sólida en la que destaca la descripción de los paisajes -se nota que J. Reverte ha hecho el viaje y tomado personalmente notas (pg. 51-53)- y la del pueblo saharahui, que se siente diferente al marroquí. Descienden de los nómadas, los “hijos de las nubes” que creen que su patria es el agua. Las conversaciones entre Suelma y Clara resultan interesantes como vehículo de conocimiento de la gente del sur, e incluso poéticas. La relación amorosa entre ellas dos está bien llevada (a diferencia de la que mantiene en España con su socia Beatriz). Supone la introducción de un elemento erótico en el texto muy eficaz, en consonancia con las fantasías que evocan aquellas tierras sensuales y que, en cierta forma, reivindican una cierta dignidad de la mujer árabe en cuanto mujer libre dentro del recinto de lo doméstico, tolerante con las diversas formas del amor (“el lesbianismo han decidido que no existe”). La bella y sabia Suelma consigue dulcificar a Clara, una heroína antipática para el lector por su carácter egoísta y vengativo.
- Un segundo bloque lo comporta su regreso a Madrid. Sirve para mostrarnos la trayectoria profesional y personal de Clara, su faceta dominante con su pareja, Beatriz, orgullosa e implacable con su madre (bien la idea que da del Aaiún social cuando todavía era español) y su tío Juan, demasiado aficionada al ron, que juega con los afectos de los demás desde una posición de superioridad, que tiene ideas y sentimientos raros.
- El tercer bloque lo compone el segundo viaje, en este caso a la hamada, al sudoeste de Argelia, donde se encuentra con Omar, su hermano. La parte más interesante es todo lo relativo al conflicto saharaui y a su actual forma de vida. A pesar del alto el fuego desde 1991, se sienten en guerra. Aspiran a un pacto de convivencia que les permita vivir en sus tierras junto al mar. Las peripecias políticas desde la famosa marcha verde, la posición de los diferentes gobiernos de España en este tema, el apoyo socialista a las posiciones de independencia en un principio y el descafeinado apoyo actual, limitado al campo de la cooperación solidaria, obligados a mantener relaciones intensas con Marruecos. La pervivencia de organizaciones españolas de espionaje procedente del franquismo y la guerra fría que sirven a cualquier causa y a cualquier gobierno a cambio de impunidad y dinero. Todo esto, lo que constituye auténtica historia y que sirve de escenario literario para una trama rocambolesca, es lo que para mí tiene más atractivo de la novela, porque nos pone al día de un problema del que tenemos mala conciencia pero del que procuramos desentendernos y es, por eso, poco conocido.
El diario del padre, encontrado por Omar bajo una alfombra y leído por Clara, surge como otra voz narradora que sirve para darnos el punto de vista de Gerardo sobre su vida y para redimirse ante sí mismo al confesar la ignominia que como traidor y delator pesa sobre su espíritu, para que Clara desmitifique a su padre y, al mismo tiempo, deje de odiarlo, para que pase, casi, a inspirarle piedad y, después, a provocarle una sed de venganza demasiado repentina para ser creíble, concretada en la persona de Alberto Balaguer. Como héroe de novela, su traición es perdonada por el lector ya que queda justificada por el amor a Fatma y a su hijo, y por ideales políticos generosos. En lugar de un traidor lo percibimos como víctima.
- Completa la estructura narrativa el primer capítulo y el último que parecen darse la mano para configurar un relato circular pues el libro comienza con un crimen y termina con la explicación del mismo y otro crimen, la muerte de Clara de un balazo despechado.
Una novela atractiva pues une aventura épica, historia, un conflicto político vivo (el del frente Polisario), espionaje, viajes a lugares exóticos, amor, erotismo y crimen. Ello con una prosa sencilla y muy mejorable (en la página 71 hay un tiempo verbal incorrecto, y abusa de algunos calificativos que no permiten la repetición, como “recio” que aplica a la lluvia, al sabor del vino, al pelo, a la virilidad, al tabaco, a la forma de la nariz, etc.), y los diálogos, algunos, acartonados (como los que tiene lugar entre Clara y su madre o entre ella y Beatriz o su tío Juan). Los personajes de Gerardo y Balaguer, tan opuestos entre sí, están bien diseñados, así como Suelma, Omar, Salek (muy atinado). Sin embargo, el de Clara me parece que no consigue el autor que nos la creamos.
Hay alguna debilidades del argumento que restan verosimilitud a la trama:
- la decisión de Gerardo, explicitada en la carta a Laura, su esposa, y en el diario, de no conocer a su hija en el resto de su vida y desentenderse por completo de ella, no resulta normal ni casa con su personalidad, ni está explicada.
- Clara se entera de la muerte de su padre, un desconocido para el que se ha obligado a sentir indiferencia, y decide ir al Sahara tras los pasos del mismo. Esta decisión adquiere coherencia una vez sabe que tiene un hermano vivo, no antes.
- Que Gerardo, quien jamás se ha ocupado por su hija, dé instrucciones para que ésta conozca su muerte, carece de toda lógica.
- El conato de aventura con el senegalés en el Retiro no tiene ni pies ni cabeza. ¿Como un hombre con “rostro de vino tinto” le hace sentir de súbito el olor de la carne y el perfume de Suelma? (pg. 98-99).
- El relato sobre la galería de arte resulta irreal: decir “en pocos meses el dinero caía del cielo” es no tener ni idea sobre este tipo de negocio.
- Que el tío Juan le entregue a Clara la pistola, el revólver y las balas, así, sin más, a una sobrina que casi no conoce, para que ella mate a Balaguer, es otro desatino.
- La furia contra todo el mundo que embarga a Clara al final, el empecinamiento por matar a Balaguer, del que no tiene la seguridad de haber inducido la muerte de su padre (quien pudo haber muerto de manera natural), no está justificado, ni el amor filial repentino que reclama venganza.
- Beber dos copas de ron antes de ir a la casa de Campo a cometer un crimen (248) con una pistola es, otra incongruencia.
En definitiva, a los dos últimos capítulos les falta sentido común. Hay un exceso de tragedia y los crímenes parecen forzados, como si al autor le hubieran obligado a meter sangre para hacer más comercial el producto. No era necesario porque el asunto principal tiene suficiente interés en sí mismo.
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