Abril rojo,
De Santiago Roncagliolo
Premio Alfaguara, 2006.
Ed. Alfaguara y Círculo de Lectores.
296 páginas.
Esta novela, ubicada en la región peruana de Ayacucho, durante el 9 de marzo al 21 de abril de 2000, ilustra sobre “el escenario después de la batalla”. Veinte años antes fue lugar de operaciones de Sendero Luminoso. Entre los terroristas y las fuerzas del orden lo sembraron de centenares de muertos. Oficialmente, la guerra había terminado, pero sus secuelas perduraban, los desaparecidos seguían viviendo en la memoria de los vivos, en los sentimientos y en la conducta de las personas, alterada por la visión de la maldad y el horror. También trata del ejercicio del poder, de la manipulación de la opinión pública y el comportamiento de las instituciones.
La historia que nos cuenta impacta por su brutalidad y nos obliga a pensar sobre nuestra ubicación en torno a la línea divisoria establecida entre los buenos y los malos. Pero, ¿quiénes son los buenos?
Roncagliolo estructura la trama en torno a la aparición de cinco cadáveres (el de un militar, un campesino, un terrorista, un cura y una mujer), sucesivamente, con señales de tortura, ensañamiento y descuartizamiento. A cada uno le falta una de las extremidades, como si el criminal estuviera componiendo una nueva criatura con los pedazos de los muertos. De esclarecer tan extraño caso se encargará el fiscal Félix Chacaltana Saldívar, de personalidad compleja, perturbada, con una infancia traumática, con episodios velados de su biografía. Sus procedimientos, de escrupuloso respeto a las formalidades legales, chocarán con las intenciones de las autoridades militares, policiales, religiosas y judiciales, confabuladas para ocultar cualquier indicio de posible rebrote terrorista.
De Santiago Roncagliolo
Premio Alfaguara, 2006.
Ed. Alfaguara y Círculo de Lectores.
296 páginas.
Esta novela, ubicada en la región peruana de Ayacucho, durante el 9 de marzo al 21 de abril de 2000, ilustra sobre “el escenario después de la batalla”. Veinte años antes fue lugar de operaciones de Sendero Luminoso. Entre los terroristas y las fuerzas del orden lo sembraron de centenares de muertos. Oficialmente, la guerra había terminado, pero sus secuelas perduraban, los desaparecidos seguían viviendo en la memoria de los vivos, en los sentimientos y en la conducta de las personas, alterada por la visión de la maldad y el horror. También trata del ejercicio del poder, de la manipulación de la opinión pública y el comportamiento de las instituciones.
La historia que nos cuenta impacta por su brutalidad y nos obliga a pensar sobre nuestra ubicación en torno a la línea divisoria establecida entre los buenos y los malos. Pero, ¿quiénes son los buenos?
Roncagliolo estructura la trama en torno a la aparición de cinco cadáveres (el de un militar, un campesino, un terrorista, un cura y una mujer), sucesivamente, con señales de tortura, ensañamiento y descuartizamiento. A cada uno le falta una de las extremidades, como si el criminal estuviera componiendo una nueva criatura con los pedazos de los muertos. De esclarecer tan extraño caso se encargará el fiscal Félix Chacaltana Saldívar, de personalidad compleja, perturbada, con una infancia traumática, con episodios velados de su biografía. Sus procedimientos, de escrupuloso respeto a las formalidades legales, chocarán con las intenciones de las autoridades militares, policiales, religiosas y judiciales, confabuladas para ocultar cualquier indicio de posible rebrote terrorista.
El autor nos muestra una sociedad apática, resignada a su destino, desconfiada, poco propicia al progreso, habituada a los caciques y las elecciones fraudulentas (fantásticas las páginas en las que Chacaltana es enviado como fiscal electoral al quinto pino). Una sociedad mestiza en la que la mansedumbre aparente mostrada por los indios (quechuahablantes) no puede interpretarse como aceptación de la dominación de los herederos de la colonización española.
El gran acierto de la novela se encuentra en el diseño de los personajes. El del fiscal Chacaltana Saldívar resulta impagable, un hombre sin amigos, abandonado por su mujer, un fracasado que mantiene una relación con su madre muerta, capaz de albergar sentimientos dulces y de ejercer la brutalidad con una persona más débil, un fiscal molesto y conmovedor “que piensa a través de un manual de derecho”. Las figuras del capitán Pacheco, el juez Briceño, el comandante Carrión y Edith, están perfilados con habilidad.
Asimismo, las voces narrativas distribuidas entre una omnisciente, en tercera persona, la del propio Chacaltana a través de los informes administrativos de lenguaje rimbombante, opaco, llenas de sentido del humor y crítica social desde la perspectiva del lector, y la reproducción de unos anónimos, con faltas de ortografía, propios de una mente psicópata o de un iluminado que provoca por igual dosis de desconcierto y curiosidad.
La estructura de la novela toma el esquema del triller en cuanto que sigue el curso de la investigación criminal, mostrando las técnicas de interrogatorios, escenas sangrientas y crímenes monstruosos, aderezados con simbolismo religioso y localizados en una zona poblada por fantasmas. Lo que hace fascinante el relato es el contenido de psicología individual y social, la reflexión sobre la respuesta a la violencia, la venganza como pago a la injusticia y el maltrato por parte de las autoridades, el resentimiento por las raíces perdidas (los mitos incas contra la religión católica, importada por los españoles), y el problema, terrible, de los niños reclutados por Sendero convertidos, al acabar la guerra, en delincuentes indocumentados. El argumento resulta denso e interesante.
La prosa, con el ritmo y encanto dulzón de Latinoamérica, genera alta tensión que mantiene hasta el final. Consigue retratar el horror. El desenlace es realista, lamentable y creíble, en cualquier sociedad por triste que esto sea, casi el único posible.
Una novela que me ha enganchado desde la primera página. Además de entretenida es inteligente, como también lo es el Discurso de recepción del premio Alfaguara, titulado “Perdedores y Psicópatas”, incluido al final y muy clarificador.
María García-Lliberós.
El gran acierto de la novela se encuentra en el diseño de los personajes. El del fiscal Chacaltana Saldívar resulta impagable, un hombre sin amigos, abandonado por su mujer, un fracasado que mantiene una relación con su madre muerta, capaz de albergar sentimientos dulces y de ejercer la brutalidad con una persona más débil, un fiscal molesto y conmovedor “que piensa a través de un manual de derecho”. Las figuras del capitán Pacheco, el juez Briceño, el comandante Carrión y Edith, están perfilados con habilidad.
Asimismo, las voces narrativas distribuidas entre una omnisciente, en tercera persona, la del propio Chacaltana a través de los informes administrativos de lenguaje rimbombante, opaco, llenas de sentido del humor y crítica social desde la perspectiva del lector, y la reproducción de unos anónimos, con faltas de ortografía, propios de una mente psicópata o de un iluminado que provoca por igual dosis de desconcierto y curiosidad.
La estructura de la novela toma el esquema del triller en cuanto que sigue el curso de la investigación criminal, mostrando las técnicas de interrogatorios, escenas sangrientas y crímenes monstruosos, aderezados con simbolismo religioso y localizados en una zona poblada por fantasmas. Lo que hace fascinante el relato es el contenido de psicología individual y social, la reflexión sobre la respuesta a la violencia, la venganza como pago a la injusticia y el maltrato por parte de las autoridades, el resentimiento por las raíces perdidas (los mitos incas contra la religión católica, importada por los españoles), y el problema, terrible, de los niños reclutados por Sendero convertidos, al acabar la guerra, en delincuentes indocumentados. El argumento resulta denso e interesante.
La prosa, con el ritmo y encanto dulzón de Latinoamérica, genera alta tensión que mantiene hasta el final. Consigue retratar el horror. El desenlace es realista, lamentable y creíble, en cualquier sociedad por triste que esto sea, casi el único posible.
Una novela que me ha enganchado desde la primera página. Además de entretenida es inteligente, como también lo es el Discurso de recepción del premio Alfaguara, titulado “Perdedores y Psicópatas”, incluido al final y muy clarificador.
María García-Lliberós.
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