El argumento está inspirado en un hecho real: George Edalji, abogado londinense, hijo de un pastor luterano de raza india, fue juzgado y encarcelado por unas extrañas mutilaciones de caballos en los alrededores de su casa. Solicitó ayuda al famoso escritor Arthur Conan Doyle, que logrará demostrar su inocencia después de haber pasado tres años en prisión. Algo parecido a Émile Zola con el caso Dreyfuss.
Julian Barnes transforma esta historia en una novela policíaca, de costumbres, haciendo especial hincapié en los perfiles psicológicos de sus personajes, con una maestría envidiable, sin dejar de lado su tono de crítica social y política.
Destaca la estructura y la forma de presentar los personajes.
Julian Barnes transforma esta historia en una novela policíaca, de costumbres, haciendo especial hincapié en los perfiles psicológicos de sus personajes, con una maestría envidiable, sin dejar de lado su tono de crítica social y política.
Destaca la estructura y la forma de presentar los personajes.
- en la primera parte, las cien primeras páginas, el lector asiste a una confrontación literaria entre Arthur y Georges, mediante capítulos brevísimos, titulados con cada uno de sus nombres, en los que J. Barnes dibuja en detalle la personalidad de cada uno, su ambiente familiar y educación, sus vinculaciones sociales y efectúa un análisis psicológico y sociológico.
Se trata de dos personas profundamente distintas, cuyos caminos sólo podrían cruzarse con un acto de voluntad. Arthur es un inglés de pura cepa, alegre y curioso, con suerte en la vida y capacidad de liderazgo, querido por las mujeres, amante de los placeres, de los deportes (jugador de críket) y que escribirá novelas de enorme éxito que le aportaron dinero y popularidad. Un triunfador feliz y defensor de causas perdidas. George es un inglés de origen indio, vinculado a la iglesia anglicana, que vive en una vicaría (junto a un cementerio y unas minas), pegado a una realidad estrecha, receloso del mundo, pacífico hasta la irritación y amante de las formalidades. Una persona solitaria que no cae bien, propicia a convertirse en objeto de enemigos. Estudiará derecho, confiará en el sistema de justicia inglés, hasta el punto de negar la existencia en su caso de un prejuicio racial, y escribirá un libro sobre “El viajero en el tren”, lo más alejado posible de la fantasía. Es miope, tímido y nada brillante.
- La segunda parte, de otras cien páginas, está dedicada a la detención y juicio de George. Desmitifica a la policía inglesa, las instituciones judiciales y muestra la complicidad entre ellas cuando se trata de juzgar a un angloindio. Hace partícipe al lector de la tensión que provoca la injusticia y genera un sentimiento de solidaridad hacia el protagonista que asiste a la tergiversación en su contra de cualquier testimonio.
- La tercera parte es una biografía novelada de Arthur C. Doyle durante la época, interesantísima, en que se encuentra atrapado entre una esposa enferma de tuberculosis a la que ha amado y Jean, una joven saludable de la que se enamora. El conflicto moral que surge por desear la muerte de su compañera, la rigidez de las conductas de los enamorados supeditadas a las estrictas convenciones sociales, la vitalidad de Arthur, la relación con sus hijos, la forma de introducir a Jean en la familia sin ofender a la esposa, la fama y la esclavitud hacia el famoso Sherlock Colmes, aporta datos para recrear el entorno familiar y la puritana atmósfera social de la época. Está muy bien escrito y, por sí sola, funciona como un relato (hay algo de novela contenedora de novelas).
- La cuarta parte se ocupa del encuentro entre Arthur y George, la investigación y resolución del caso, simultáneamente con el segundo matrimonio de Arthur. El caso Edalji servirá a Arthur de paliativo y de estímulo.
Barnes atribuye a su creador la inteligencia y la astucia deductiva y detectivesca de Sherlok Holmes y lo aprovecha literariamente en la reconstrucción de sus andanzas en el caso Edalji. El primer encuentro en el Grand Hotel es determinante. Arthur cree en la inocencia de Edalji porque es miope, no necesita más para embarcarse con pasión en un asunto difícil, y le ofrece sus servicios. Planifica la investigación con cuidado. Fantástica la cena en casa del capitán Anson y la conversación posterior. Un hombre implacable, racista y cínico, que considera que Inglaterra no es el país de los Edalji y justifica la animadversión que genera que un parsi sea su vicario, grandilocuente, seguro en sus falsedades y en el aborrecimiento que generan los mestizos con ojos saltones y provocador, capaz de especular con el lado oscuro de Edalji (su frustración sexual) y convertirlo en criminal.
La furia de Arthur se concretará en dos artículos periodísticos publicados en el Daily Telegraph buscando la reacción del público. Consiguió que fuera formidable (“Sherlok Holmes investiga”) y Barnes muestra el enorme poder de la prensa. Aquí la novela toma la forma de una crónica, irónica y amarga, de los acontecimientos hasta desembocar en el informe ante el Parlamento, con ese lenguaje administrativo que dice sin decir, que reconoce sin admitir, que indulta sin indemnizar, que pasa por las negligencias de la policía y los jueces sin dejar huella ni abrir heridas. Una componenda propia de la época, muy representativa de las sociedades democráticas y civilizadas que podría repetirse hoy en día. Una rehabilitación de George insatisfactoria para ambos.
- En la quinta parte, titulada finales, asistimos al reacomodo de George en sociedad, la vuelta a una vida triste y demasiado discreta en Londres y a la muerte de Arthur, en olor de multitudes. Julian Barnes se extiende, demasiado, en el hecho de que Arthur se hubiese convertido en espiritista a no ser que pretendiera mostrar la contradicción con una mente que otorgó, a través de Sherlok Holmes, al racionalismo y su método deductivista la categoría superior de pensamiento. ¿Quién iba a suponer que Conan Doyle creía en los espíritus? Esta última parte me sobra y creo que la novela ganaría si el punto final se coloca en la rehabilitación (parcial) de George.
Julian Barnes ha escrito una buena novela, tiene una historia que contar de la que ha recopilado y ordenado mucha documentación y la transmite con solvencia. Diseña unos personajes con hondura psicológica y social (destacan George, Arthur, el capitán Aston y Jean, la segunda mujer de Doyle, una mujer avanzada a su época y, sin embargo, con fe ciega en un marido contrario al voto femenino, el mayordomo Wood que parodia el papel del otro personaje Watson). La prosa se adapta a los ritmos que exigen los factores psicológicos y biográficos, la trama criminal, la investigación detectivesca, la crónica de los tribunales, la descripción del sistema jurídico inglés de la época, las presiones sociales, la sucesión de los acontecimientos. Se adentra en consideraciones sobre el amor, la familia, la moral, la religión, la autoridad y el poder. El lector siente desasosiego, comprende lo que ha pasado y los móviles de cada uno de los personajes, incluidos los secundarios. Hay crítica social y política y un punto de vista moral saludable.
Personalmente, me atrapó la historia y la leí sin aliento (hay tensión narrativa) hasta la parte final. Ésta, como he dicho, me aburrió. Lástima porque el libro podría haber sido perfecto.
María García-LLiberós.
Se trata de dos personas profundamente distintas, cuyos caminos sólo podrían cruzarse con un acto de voluntad. Arthur es un inglés de pura cepa, alegre y curioso, con suerte en la vida y capacidad de liderazgo, querido por las mujeres, amante de los placeres, de los deportes (jugador de críket) y que escribirá novelas de enorme éxito que le aportaron dinero y popularidad. Un triunfador feliz y defensor de causas perdidas. George es un inglés de origen indio, vinculado a la iglesia anglicana, que vive en una vicaría (junto a un cementerio y unas minas), pegado a una realidad estrecha, receloso del mundo, pacífico hasta la irritación y amante de las formalidades. Una persona solitaria que no cae bien, propicia a convertirse en objeto de enemigos. Estudiará derecho, confiará en el sistema de justicia inglés, hasta el punto de negar la existencia en su caso de un prejuicio racial, y escribirá un libro sobre “El viajero en el tren”, lo más alejado posible de la fantasía. Es miope, tímido y nada brillante.
- La segunda parte, de otras cien páginas, está dedicada a la detención y juicio de George. Desmitifica a la policía inglesa, las instituciones judiciales y muestra la complicidad entre ellas cuando se trata de juzgar a un angloindio. Hace partícipe al lector de la tensión que provoca la injusticia y genera un sentimiento de solidaridad hacia el protagonista que asiste a la tergiversación en su contra de cualquier testimonio.
- La tercera parte es una biografía novelada de Arthur C. Doyle durante la época, interesantísima, en que se encuentra atrapado entre una esposa enferma de tuberculosis a la que ha amado y Jean, una joven saludable de la que se enamora. El conflicto moral que surge por desear la muerte de su compañera, la rigidez de las conductas de los enamorados supeditadas a las estrictas convenciones sociales, la vitalidad de Arthur, la relación con sus hijos, la forma de introducir a Jean en la familia sin ofender a la esposa, la fama y la esclavitud hacia el famoso Sherlock Colmes, aporta datos para recrear el entorno familiar y la puritana atmósfera social de la época. Está muy bien escrito y, por sí sola, funciona como un relato (hay algo de novela contenedora de novelas).
- La cuarta parte se ocupa del encuentro entre Arthur y George, la investigación y resolución del caso, simultáneamente con el segundo matrimonio de Arthur. El caso Edalji servirá a Arthur de paliativo y de estímulo.
Barnes atribuye a su creador la inteligencia y la astucia deductiva y detectivesca de Sherlok Holmes y lo aprovecha literariamente en la reconstrucción de sus andanzas en el caso Edalji. El primer encuentro en el Grand Hotel es determinante. Arthur cree en la inocencia de Edalji porque es miope, no necesita más para embarcarse con pasión en un asunto difícil, y le ofrece sus servicios. Planifica la investigación con cuidado. Fantástica la cena en casa del capitán Anson y la conversación posterior. Un hombre implacable, racista y cínico, que considera que Inglaterra no es el país de los Edalji y justifica la animadversión que genera que un parsi sea su vicario, grandilocuente, seguro en sus falsedades y en el aborrecimiento que generan los mestizos con ojos saltones y provocador, capaz de especular con el lado oscuro de Edalji (su frustración sexual) y convertirlo en criminal.
La furia de Arthur se concretará en dos artículos periodísticos publicados en el Daily Telegraph buscando la reacción del público. Consiguió que fuera formidable (“Sherlok Holmes investiga”) y Barnes muestra el enorme poder de la prensa. Aquí la novela toma la forma de una crónica, irónica y amarga, de los acontecimientos hasta desembocar en el informe ante el Parlamento, con ese lenguaje administrativo que dice sin decir, que reconoce sin admitir, que indulta sin indemnizar, que pasa por las negligencias de la policía y los jueces sin dejar huella ni abrir heridas. Una componenda propia de la época, muy representativa de las sociedades democráticas y civilizadas que podría repetirse hoy en día. Una rehabilitación de George insatisfactoria para ambos.
- En la quinta parte, titulada finales, asistimos al reacomodo de George en sociedad, la vuelta a una vida triste y demasiado discreta en Londres y a la muerte de Arthur, en olor de multitudes. Julian Barnes se extiende, demasiado, en el hecho de que Arthur se hubiese convertido en espiritista a no ser que pretendiera mostrar la contradicción con una mente que otorgó, a través de Sherlok Holmes, al racionalismo y su método deductivista la categoría superior de pensamiento. ¿Quién iba a suponer que Conan Doyle creía en los espíritus? Esta última parte me sobra y creo que la novela ganaría si el punto final se coloca en la rehabilitación (parcial) de George.
Julian Barnes ha escrito una buena novela, tiene una historia que contar de la que ha recopilado y ordenado mucha documentación y la transmite con solvencia. Diseña unos personajes con hondura psicológica y social (destacan George, Arthur, el capitán Aston y Jean, la segunda mujer de Doyle, una mujer avanzada a su época y, sin embargo, con fe ciega en un marido contrario al voto femenino, el mayordomo Wood que parodia el papel del otro personaje Watson). La prosa se adapta a los ritmos que exigen los factores psicológicos y biográficos, la trama criminal, la investigación detectivesca, la crónica de los tribunales, la descripción del sistema jurídico inglés de la época, las presiones sociales, la sucesión de los acontecimientos. Se adentra en consideraciones sobre el amor, la familia, la moral, la religión, la autoridad y el poder. El lector siente desasosiego, comprende lo que ha pasado y los móviles de cada uno de los personajes, incluidos los secundarios. Hay crítica social y política y un punto de vista moral saludable.
Personalmente, me atrapó la historia y la leí sin aliento (hay tensión narrativa) hasta la parte final. Ésta, como he dicho, me aburrió. Lástima porque el libro podría haber sido perfecto.
María García-LLiberós.